martes, 2 de abril de 2013

La inversión en educación de España. El capital humano.

Al hablar en clase del capital humano y de los costes, gastos y beneficios en educación; quise profundizar más en el tema e informarme de la situación actual que se da en España en relación con el resto de países de la Unión Europea.
 
El pasado mes de diciembre, el presidente de gobierno, Mariano Rajoy, anunció reformas en el sistema sanitario y educativo con el objetivo de ahorrar hasta 10.000 millones de euros (unos 3.000 en educación), algo que llevó a numerosas críticas como: “La educación es una inversión de futuro. Recortar el gasto supondrá una merma en la calidad de la enseñanza, algo que influirá decisivamente en la preparación de los jóvenes españoles. Por lo tanto, cualquier recorte no sólo tendrá consecuencias en las escuelas, sino que también tendrá su reflejo en el futuro de la economía española”.
 
Ahora bien, el informe PISA que elabora la OCDE y que mide el resultado de los alumnos de secundaria de las principales economías del mundo destaca que “existe una débil relación entre recursos educacionales y el rendimiento de los estudiantes”. Andreas Schleicher, jefe de analistas de PISA, atribuye sólo un 10% del total de la variación en las notas al dinero gastado por las autoridades.
 
La conclusión que se saca es que un nivel mínimo de gasto es imprescindible. Evidentemente, es muy difícil dar una educación de calidad con 200 euros al año por alumno. Pero una vez alcanzado ese mínimo (algo que todos los países europeos han conseguido), los incrementos del presupuesto no tienen por qué ser buenos. Lo importante sería dónde poner el dinero y no el gasto total.
 
Como podemos ver en la siguiente gráfica España tiene un gasto similar en Educación al de la mayoría de los países de la Unión Europea (incluso algo mayor que Francia o Italia) y sin embargo, está en los últimos puestos en cuanto a los resultados del informe PISA.

 
España tiene un gasto público en educación equivalente al 4,35% de su PIB. Es una cifra relativamente baja, pero que en realidad no quiere decir mucho por dos razones: en primer lugar, la incidencia de la educación privada (incluyendo la concertada) es más elevada que en otros países. En segundo lugar, lo relevante no es el gasto total, sino el coste por alumno (un país con pocos niños siempre gastará menos que otro con una gran población infantil).
 
Según los últimos datos disponibles a nivel europeo, de 2.007, el gasto por alumno en la UE era de 6.251 euros de media al año. España superaba ampliamente esa cifra, con 6.773 euros, como hemos visto anteriormente en la tabla. Mientras que Alemania o Finlandia, dos países mucho más ricos y con resultados superiores en PISA, gastaban 6.752 y 6.682 euros respectivamente. Y Estonia, el país del este más exitoso en el examen de la OCDE, apenas llegaba a los 3.675 euros (aunque los utilizaba mejor que España).
 
Al haber visto todos estos datos me pregunto lo siguiente: entonces, si el gasto no tiene demasiado peso en los resultados educativos, ¿qué es lo que debemos hacer para mejorar éstos?
 
Quizá la única solución que se me ocurre sea la siguiente: tener unos maestros competentes y motivados, interesarnos en la calidad de éstos y no en la cantidad.
 
Pero, ¿cómo podemos llegar a conseguir esto? Según diversos estudios internacionales se destaca que para mejorar la actitud de los profesores es fundamental asociar su remuneración a su rendimiento.
 
Esto es algo lógico y que se cumple en casi todas las profesiones, pero sin embargo, en España, los profesores son funcionarios y su salario depende de la antigüedad, no de su desempeño.
 
Por lo que la solución sería incrementar la autonomía de los colegios en la contratación del profesorado, con el objetivo de conseguir que sean siempre los mejores los que acaben en las aulas; y además, montar algún tipo de sistema de incentivos en función de su productividad.

Bibliografía

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